Articulo publicado en el Diario Correo , Lima (Peru ) el 6 de septiembre , 2009
Ricardo V. Lago(*)
COLUMNISTA INVITADO POR EL DIRECTOR
LIMA .El lunes pasado me telefoneó desde Lima mi amigo Adam Chlimper para informarme que El Comercio había celebrado la siguiente frase que utilicé en la conferencia que dicté la semana pasada en el Banco Central de Reserva:
"Los resultados de la Econometría son como las salchichas: es mejor no saber cómo se han procesado".
La frase en cuestión no es de cosecha propia. Su autor es Edward Leamer, uno de los econometristas de mayor prestigio, de quien tuve el privilegio de ser alumno en UCLA allá por 1977. Años más tarde también fue profesor de varios economistas peruanos como Iván Alonso, Pepe Arista, Eduardo Morón y Miguel Savastano.
Aclaro para los profanos que la Econometría es la disciplina que, con métodos estadísticos, estima ecuaciones para pronosticar variables económicas, como el PBI, la inflación y muchas otras. Recuerdo más frases célebres con el mismo espíritu autoderogatorio. El mismísimo Keynes dijo en una ocasión: "Prefiero acertar vagamente que errar con precisión". Por su parte, Henry Theil, pionero de la Econometría, y durante décadas catedrático de la U. de Chicago, concluyó el prólogo de su libro de texto con la siguiente frase lapidaria: "Se requiere madurez para comprender que los modelos econométricos hay que usarlos, pero sin llegar a creer en ellos". Así es, la Economía es probablemente la única disciplina en la que dos profesionales pueden compartir un mismo Premio Nobel por proponer dos teorías completamente opuestas, como fue el caso de Gunnar Myrdal y Friedrich Hayek a los que se les otorgó el Nobel ex-aequo en 1974. No en vano, hace más de un siglo, el ensayista victoriano Thomas Carlyle bautizó a la Economía como "dismal science", es decir "ciencia desalentadora".
Desde hace doce meses, con el chaparrón de gota fría que está cayendo, la profesión está de capa caída y los ánimos están bajo tierra. Lo que no nos viene mal a un colectivo en el que -salvo honrosas excepciones- el coeficiente intelectual (IQ) apenas alcanza a la raíz cuadrada del ego. Paul Krugman, Premio Nobel de Economía del 2009, acaba de publicar en el NYT un artículo demoledor sobre algunas de las teorías en boga durante las últimas tres décadas. Pero ojo, que ni Krugman ni su predecesor años antes en el Nobel Joe Stiglitz proponen la sustitución del mercado por la planificación central, ni las barreras al comercio internacional, ni la colectivización de los medios de producción. Denuncian que se privaticen las ganancias y se socialicen las pérdidas, máxime cuando en los EE.UU. sigue de momento sin seguro médico universal. ¿Funciona la economía de mercado?... Ahí está el ejemplo del Perú para probarlo. Con austeridad fiscal, disciplina monetaria, supervisión financiera efectiva claro que funciona. Con excesos y gobiernos que los promueven o se tapan los ojos ante éstos, sin duda que no funciona.
Recuerdo que el economista peruano Guayo Paredes me dijo a finales de los 80: "Lago... ¿qué te pasa? Cuando vienes a Lima eres más partidario del mercado que cuando regresas a Washington". Creía yo por aquel entonces que en el hemisferio norte los principios básicos de la economía de mercado eran incuestionables y "eternos como los diamantes", como diría James Bond. Resulta ahora que no es así. Que allá no son inmunes al populismo con redistribución regresiva de la riqueza. Uno pensaría que después de esto, le sería relativamente fácil a Obama implantar el seguro médico universal, a mi juicio la reforma más necesaria para los EE.UU. no sólo por equidad sino por eficiencia económica. Pues no, tiene que navegar contra viento y marea.
El argumento de mayor peso del extraordinario artículo de Krugman es que, en las últimas cuatro décadas, en la academia ha primado el uso (o más bien abuso) de las matemáticas en Economía, descuidando cada vez más la intuición, la lógica y el razonamiento. De tal suerte que, el estudiante acaba creyendo que "sus ecuaciones" son el mundo real y no al revés. ¡Sí a la Econometría y sus modelos, pero -como todo en la vida- con moderación!
Al inicio de mi carrera fui hincha de la Econometría. Incluso diseñé un modelo para la economía mexicana. Con los años y ante la sabia advertencia del maestro Theil, estoy convencido de que en nuestra "ciencia desalentadora" hay que desconfiar en los esquemas mecanicistas por su simplismo. Respetemos la complejidad del mundo real y tengamos presente "la ley de las consecuencias no anticipadas" que nos regaló el Siglo de las Luces. Como dice el refrán: "El camino al infierno está pavimentado de buenas intenciones". Y "de abundantes ecuaciones", añadiría.
*Economista y profesor español. Fue Director General de Economia del Banco Europeo de Reconstrucción y Desarrollo, alto funcionario del Banco Mundial y del BID, así como del Gobierno de México. Estuvo a cargo de las negociaciones entre el Perú y el Banco Mundial entre 1987 y 1993.
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La frase en cuestión no es de cosecha propia. Su autor es Edward Leamer, uno de los econometristas de mayor prestigio, de quien tuve el privilegio de ser alumno en UCLA allá por 1977. Años más tarde también fue profesor de varios economistas peruanos como Iván Alonso, Pepe Arista, Eduardo Morón y Miguel Savastano.
Aclaro para los profanos que la Econometría es la disciplina que, con métodos estadísticos, estima ecuaciones para pronosticar variables económicas, como el PBI, la inflación y muchas otras. Recuerdo más frases célebres con el mismo espíritu autoderogatorio. El mismísimo Keynes dijo en una ocasión: "Prefiero acertar vagamente que errar con precisión". Por su parte, Henry Theil, pionero de la Econometría, y durante décadas catedrático de la U. de Chicago, concluyó el prólogo de su libro de texto con la siguiente frase lapidaria: "Se requiere madurez para comprender que los modelos econométricos hay que usarlos, pero sin llegar a creer en ellos". Así es, la Economía es probablemente la única disciplina en la que dos profesionales pueden compartir un mismo Premio Nobel por proponer dos teorías completamente opuestas, como fue el caso de Gunnar Myrdal y Friedrich Hayek a los que se les otorgó el Nobel ex-aequo en 1974. No en vano, hace más de un siglo, el ensayista victoriano Thomas Carlyle bautizó a la Economía como "dismal science", es decir "ciencia desalentadora".
Desde hace doce meses, con el chaparrón de gota fría que está cayendo, la profesión está de capa caída y los ánimos están bajo tierra. Lo que no nos viene mal a un colectivo en el que -salvo honrosas excepciones- el coeficiente intelectual (IQ) apenas alcanza a la raíz cuadrada del ego. Paul Krugman, Premio Nobel de Economía del 2009, acaba de publicar en el NYT un artículo demoledor sobre algunas de las teorías en boga durante las últimas tres décadas. Pero ojo, que ni Krugman ni su predecesor años antes en el Nobel Joe Stiglitz proponen la sustitución del mercado por la planificación central, ni las barreras al comercio internacional, ni la colectivización de los medios de producción. Denuncian que se privaticen las ganancias y se socialicen las pérdidas, máxime cuando en los EE.UU. sigue de momento sin seguro médico universal. ¿Funciona la economía de mercado?... Ahí está el ejemplo del Perú para probarlo. Con austeridad fiscal, disciplina monetaria, supervisión financiera efectiva claro que funciona. Con excesos y gobiernos que los promueven o se tapan los ojos ante éstos, sin duda que no funciona.
Recuerdo que el economista peruano Guayo Paredes me dijo a finales de los 80: "Lago... ¿qué te pasa? Cuando vienes a Lima eres más partidario del mercado que cuando regresas a Washington". Creía yo por aquel entonces que en el hemisferio norte los principios básicos de la economía de mercado eran incuestionables y "eternos como los diamantes", como diría James Bond. Resulta ahora que no es así. Que allá no son inmunes al populismo con redistribución regresiva de la riqueza. Uno pensaría que después de esto, le sería relativamente fácil a Obama implantar el seguro médico universal, a mi juicio la reforma más necesaria para los EE.UU. no sólo por equidad sino por eficiencia económica. Pues no, tiene que navegar contra viento y marea.
El argumento de mayor peso del extraordinario artículo de Krugman es que, en las últimas cuatro décadas, en la academia ha primado el uso (o más bien abuso) de las matemáticas en Economía, descuidando cada vez más la intuición, la lógica y el razonamiento. De tal suerte que, el estudiante acaba creyendo que "sus ecuaciones" son el mundo real y no al revés. ¡Sí a la Econometría y sus modelos, pero -como todo en la vida- con moderación!
Al inicio de mi carrera fui hincha de la Econometría. Incluso diseñé un modelo para la economía mexicana. Con los años y ante la sabia advertencia del maestro Theil, estoy convencido de que en nuestra "ciencia desalentadora" hay que desconfiar en los esquemas mecanicistas por su simplismo. Respetemos la complejidad del mundo real y tengamos presente "la ley de las consecuencias no anticipadas" que nos regaló el Siglo de las Luces. Como dice el refrán: "El camino al infierno está pavimentado de buenas intenciones". Y "de abundantes ecuaciones", añadiría.
*Economista y profesor español. Fue Director General de Economia del Banco Europeo de Reconstrucción y Desarrollo, alto funcionario del Banco Mundial y del BID, así como del Gobierno de México. Estuvo a cargo de las negociaciones entre el Perú y el Banco Mundial entre 1987 y 1993.
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